Es agradable recordar
los buenos momentos y uno de ellos fue cuando me decidí a leer el Candido
de Voltaire; recuerdo estar en la biblioteca leyéndolo y reírme
a carcajadas, bajo la mirada intrigada de la gente que me rodeaba; pensarían, ¿qué estará leyendo esa chica, que le hace tanta gracia?.
Lo más curioso del tema es que toda esa gente que te mira y se interroga,
cree imposible que alguien se ría a carcajadas con ningún libro.
Realmente es difícil encontrar un libro que te haga reír de
verdad, pero si hay un autor que sea capaz de hacer eso (aparte de Cervantes
en el Quijote), ese es François Maria Arouet o “Arouet de Voltaire”.
¿Quién es ese personaje de la Francia de Luis XIV?, ése es el
gran enigma de la literatura francesa y de la historia universal.
Conservamos todas sus obras, ya sean de teatro, poesía, filosofía
(de la historia, política, metafísica), conservamos un gran
número de sus manuscritos y de la correspondencia que mantenía
con algunas de las personas más ilustres de la época (Federico
el Grande, Catalina II, Gibbon...). Y aún conservando hasta sus pelucas
y sus trajes, es imposible determinar cómo era Voltaire.
Es una de las personas más enigmáticas de la historia de la
literatura, él personalmente se encargó de que fuese así
(le encantaba confundir a todo el mundo con datos de su vida: fecha de nacimiento,
decía ser hijo bastardo de un músico...)
Casi nada se sabe de sus años de niñez y adolescencia, él
se guardó mucho de decir nada de sí mismo en sus escritos, aunque
hay cosas que no se nos pueden escapar leyéndolo.
Con respecto a su pensamiento, sus obras son en ocasiones contradictorias en un mismo punto, incluso en su vida tuvo etapas contradictorias. Creo que le encantaba confundir a la gente, le suministraba sumo placer hacerlo y además le permitía atacar a sus enemigos, guardándose las espaldas.
Nos preguntamos "¿quién es?"; es muy difícil por no decir imposible, llegar a una conclusión sobre cómo es la persona de Voltaire. Lo que me propongo, pues, en este trabajo, no es llegar a una conclusión sino más bien exponer esa pluralidad de personalidades, para intentar darle sentido. Y exponer distintos juicios de distintos personajes, que le ven de forma muy dispar.
Espero que todo esto sea divertido, esto es lo que pretendo, porque si algo era Voltaire, y sobre eso no creo que halla ninguna voz en contra, es divertido. Estoy segura de que durante su estancia en “Las Delicias” en Ginebra, sus invitados debían pasarlo en grande asistiendo a sus grandes cenas y a sus representaciones teatrales. Durante esta época, hasta su cuerpo parecía una sátira (era ya mayor y tenía la cara comida por la viruela, le faltaban casi todos los dientes, estaba extremadamente delgado y se encontraba arrugado como una pasa), vamos, que era para haberlo visto, pero realmente parece que nunca le importó no ser un “adonis”, porque la fama y la vida de libertino, le habían proporcionado un sin fin de placeres, que en principio no parecen diseñados para los poco agraciados físicamente. Hasta en este plano, el del amor y la seducción, hay contradicción. Vamos que el trabajo que voy a realizar va a tener mucho tema que explicar, porque no fue coherente ni en su forma de vestir o quizás fue coherente en todo, pero a su manera, porque no entendía las ideas de una manera tan absoluta como sus contemporáneos.
¿Acaso no es fascinante todo lo que estamos esbozando en esta breve introducción?, espero que así resulte, finalmente.
Para ir acabando
con esta presentación, sólo advertir que me siento obligada
a contextualizar un poco a esta persona. Por eso he introducido un apartado
reservado, enteramente, al contexto histórico (un estudiante de filosofía
nunca puede olvidar los contextos)
Empiezo el trabajo analizando los distintos departamentos de la persona que
vamos a analizar: Voltaire.
1) Chateaubriand, en el Genio del Cristianismo
Si exceptuamos algunas de sus obras maestras, sólo capta el aspecto ridículo de las cosas y los tiempos, y muestra el hombre al hombre a una luz espantosamente alegre. Agrada y cansa por su movilidad, encanta y disgusta; no se sabe cuál es la forma que le es propia: sería insensato si no fuese imprudente , y malo si su vida no estuviese llena de rasgos de bondad.
2) Mme. De Staël, en Sobre Alemania (a propósito de Cándido)
...Esta obra de jovialidad infernal, porque aparece escrita por un ser de naturaleza distinta de la nuestra, indiferente de nuestra suerte, que se alegrase de nuestros sufrimientos y riese como un diablo, o como un mono, burlándose de las miserias de esta especie humana con la que no se tiene nada en común.
3) Herzen, citado por V. Netchkine, en Anales de la revolución francesa
La risa entraña algo de revolucionario. En la iglesia, en palacio, nunca se ríe, por lo menos abiertamente. Los siervos están privados del derecho de sonreír en presencia de sus sueños. Sólo los iguales ríen entre ellos. La risa de Voltaire ha destruido mucho más que los llantos de Rousseau.
4) Renan, en Nuevos estudios de la historia religiosa
Voltaire perjudicó más a los estudios históricos que una invasión de bárbaros; con su agilidad mental y su facilidad engañadora, desanimó a los benedictinos y, si durante cincuenta años la colección de Dom Bouquet se vendió en las tiendas de comestibles a precio de papel, si se interrumpió por falta de lectores la publicación de La Historia literaria de Francia, fue por su culpa. Ahora bien, lo opuesto a la línea de Voltaire no es el catolicismo; lo opuesto a Voltaire es el protestantismo liberal que crea la crítica en los siglos XVI y XVII y llega a fines del siglo XVIII a Schleiermacher, Herder, Fichte, y esa maravillosa eclosión de cristianismo alemán, el más hermoso desarrollo intelectual y religioso que haya producido hasta hoy la conciencia refleja.
5) Nietzsche, citado por Jean Moréas, en Variaciones...
Voltaire fue el último de los grandes poetas dramáticos que trabó con la métrica griega su alma multiforme, nacida incluso para las mayores tempestades trágicas. Podía lo que todavía ningún alemán había podido, porque la naturaleza del francés es mucho más consanguínea de la griega que la naturaleza del alemán; fue también el último gran escritor que en el uso de la prosa tuvo el oído de un griego, conciencia de artista de un griego, la simplicidad y gusto de un griego...
6) Gustave Lanzón, en Historia de la literatura francesa
Es el filósofo que necesita un mundo de burócratas, ingenieros y productores.
7) Edmond Jaloux, en Perspectivas y personajes
Lo que caracteriza a Voltaire no es su claridad, ni su gusto por las ideas generales, sino la violencia de sus sarcasmos y, se puede decir que sus odios... Voltaire no habría soportado el tiempo actual mejor que el suyo... Para Voltaire, la sociedad humana, y tal vez la vida humana, eran una materia inasimilable... No pudo subsistir, más que llenando de ruinas su alrededor. Algunos espíritus viven de lo que mata a los demás ...Si hoy hay algunos franceses en los que podamos encontrar huellas de la auténtica tradición volteriana, son los surrealistas que tanto han insultado a la sombra de Anatole France.
8) Raymond Naves, en El gusto por Voltaire
Ingenuo envidió a los que la naturaleza había hecho malignos, y quiso parecer maligno costase lo que costase; y, ciertamente, lo consiguió: esta máscara ha quedado fuertemente adherida a su rostro; pero basta con verlo enfrentado con un auténtico truhán, como Federico, para ver hasta dónde llegaba su simplicidad... Sabemos que lo hondo es su ambición y su alegría. Pero ese fondo es el de un idealista, no el de un psicólogo; por ello sus creaciones dramáticas serán poco verosímiles, concebidas siempre con un exceso de optimismo enternecedor.
9) Paul Valery, en Homenaje a Voltaire (10 de diciembre de 1944)
Ante ese estado de las cosas humanas, que hace que el hombre se comprenda a sí mismo cada vez menos, y que parezca comprender menos la naturaleza cuanto más encuentra en ella poderosos medios de acción, ante ese cuadro fantástico, ¿podría esbozar Voltaire la famosa sonrisa que le conocemos?. Si se me permite terminar así este comentario sobre un impío, diría que tal vez su pensamiento quedaría invadido por esa palabra suprema y augusta, la palabra más profunda, simple y auténtica que se pronunció nunca sobre la política, el progreso de sus ciencias, sus doctrinas y sus conflictos; tal vez se susurraría esta sentencia tan evidente:
“No saben lo que hacen”
10) Fernando Savater, en su ponencia La invención del intelectual
Pero la figura, la idea dieciochesca de esa especie de padre espiritual, de protector, de protector irónico, de protector sarcástico de desvalidos, esa especie de irónico Quijote que fue Voltaire, un Quijote lúcido que se burla de sí mismo y de los demás en vez de convertirse en objeto de burla de todos, ese Voltaire dieciochesco, todavía en cierta medida, se echa de menos
Vemos aquí diez visiones distintas de la misma persona, y ésta es una pequeña muestra de todas las que hay en la historia de la literatura. Muchos han hablado de Voltaire y lo han hecho de muy diferentes maneras, tal como hemos comprobado.
Le gustaba mucho
el dinero, y por fortuna para él siempre tuvo facilidad para atraerlo.
La primera que le dio dinero fue la cortesana Ninnon de L'Enclos,
que quedó fascinada con él y le donó toda su biblioteca y una
suma considerable de dinero para que se comprara libros.
Posteriormente recibió una medalla y una pensión del Rey, por
ganar un premio literario. Quizás recibió alguna pensión
real más, pero con sus exilios y expulsiones las perdió todas.
También recibió la tercera parte de los bienes de su padre,
y aunque intentó recurrir la herencia, se quedó con esa tercera
parte, ni un franco más...
En un principio
vivía de casa en casa y de palacio en palacio, y se mantenía
de lo que ganaba con sus obras y alguna que otra inversión. Con lo
que de verdad hizo dinero fue con inversiones arriesgadas, como la plantación
de viñas allí dónde no se solían cultivar y el
criado de ganado. Lo de las viñas no le salió bien del todo,
pero lo del ganado sí y se hizo rico.
También cuentan algunas fuentes que tanto él como Montesquieu
tenían acciones en la Compañía de las Indias (muchos
franceses ilustres de la época las tenían), y esto es muy curioso,
porque una de las actividades de dicha compañía era la trata
de esclavos. Digo que es curioso, porque tanto Voltaire como Montesquieu eran
activos antiesclavistas. Es más de una ocasión Voltaire alzó
la voz contra el esclavismo, debía haber gente que trabajase la tierra,
pero no que fuese esclavos. Veamos este fragmento donde habla del esclavismo:
En 1757 se contaban en el Santo Domingo francés alrededor de treinta mil personas y cien mil esclavos negros o mulatos que trabajaban en las azucareras, en plantaciones de añil, de cacao y que abrevian su vida para halagar nuestras nuevas apetencias, satisfaciendo nuestras nuevas necesidades, desconocidas por nuestros padres. Vamos a comprar esos negros a la costa de Guinea, a la Costa de Oro, a la de Marfil. Hace treinta años se tenía un buen negro por cincuenta libras: aproximadamente cinco veces menos del valor de un buey cebado. Esa mercancía humana cuesta hoy, en 1772, alrededor de quinientas libras. Les decimos que son hombres como nosotros, rescatados con la sangre de un Dios muerto por ellos, y luego se les hace trabajar como bestias de carga; se les alimenta peor. Si quieren huir, se les corta una pierna y se les hace mover a mano el eje de los molinos de azúcar una vez se les ha dado una pierna de palo. Después de esto nos atrevemos a hablar de derecho de gentes (La esclavitud en Santo Domingo. La Historia desde Carlo Magno hasta Luis XIV; XII, 416)
Y sin embargó participó del esclavismo. Según René Pompeu, lo más seguro es que él no se interesase por saber cuáles eran las actividades de la Compañía, mientras que le diese dinero; ni lo sabía ni lo quería saber.
Por tanto, le gustaba el dinero e invertirlo de modo arriesgado. Con este
método hizo su gran fortuna que le permitió comprarse su casa
de “Las Delicias” en Ginebra (dónde hacía contrabando
de relojes).
Pero también le encantaba embarcarse en algunos negocios para hundir
a sus enemigos y pasárselo en grande. Llegó a ser muy rico y
se lo pasó como un niño en sus ascensión a la riqueza.
Todo ese dinero le proporcionó una vida muy cómoda que le permitió
entrar en otra fase, la del Voltaire justiciero. El abogado de las causas
perdidas. Podría verse aquí que al final fue lo que quiso su
padre, un gran abogado.
.
Estaba convencido
de que la historia la hacen los grandes hombres; ni la burguesía ni
la canalla, ni la nobleza, sino uno entre mil. Unos pocos, los grandes hombres.
Por eso, parecía estar obsesionado con encontrar un monarca que fuese
un gran hombre, un monarca filósofo que haga la historia, que le dé
sentido, que gobierne como debe, que le dé a la burguesía el papel
que debe tener, que tenga a los campesinos labrando la tierra y produciendo
riqueza. Que promulgue y apoye el desarrollo de la cultura.
Igualmente, si el monarca de una nación es tonto, para Voltaire, el
pueblo no tiene genio. Si se da de este modo, la monarquía es una mala
elección de gobierno (se comenten las mayores atrocidades). Pero si
el monarca es un gran hombre, entonces es la mejor de las elecciones, para
gobernar un pueblo (la democracia, sólo es válida para pequeños
grupos, no para grandes Estados)
Y en esa búsqueda se encuentra con tres monarcas que parecen corresponder
con el canon de su búsqueda:
Luis XIV, Federico el Grande y Catalina II
- Con Luis XIV, no le da tiempo a desencantarse, porque muere y toma el trono
su bisnieto Luis XV, pero como éste tenía 5 años, nombran un
regente que es Felipe de Orleáns , que instaura un cierto progreso
en Francia.
Lo que le gusta de Luis XIV, es lo desprendido que se muestra con la burguesía.
Casi están al mismo nivel que los nobles, lo único malo es que
no disfrutan de los privilegios económicos, ni de los que proporciona
el título nobiliario a nivel social. Por lo demás, están
a la par.
Todo eso, a Voltaire le encanta y como acaba muriendo al poco, no llegó
a desilusionarse, a pesar de las barbaridades que hacía el monarca.
- Federico II
de Prusia (Federico el Grande): mantenía correspondencia con Voltaire
desde muy joven y parecían entenderse a las mil maravillas. Voltaire
empezó a ver en él al gran hombre que estaba buscando. Federico
II se creía músico, poeta, filósofo y gran político,
y según las distintas fuentes parece que era mediocre en todo y como
monarca era un tirano.
Bueno, lo cierto es que Voltaire veía grandes cualidades en él
y al monarca le complacía la amistad con el francés. Pero la
personalidad de Voltaire le hace publicar la obra Anti-Maquiavelo, escrita
por Federico, en sus años rebeldes... Lo nombran rey y Voltaire intenta
por todos los medios impedir la publicación de la obra, pero no lo
consigue, y a Federico II le sienta a cuerno quemado la noticia de la publicación
de esa obra. Siendo rey se la devuelve, haciendo circular una carta de Voltaire
que le deja como un antipatriota y un traidor de Francia. Pasan años
de tensión pero las relaciones se acaban normalizando y Federico II
le invita a formar parte de su corte en 1750 y éste acepta, se traslada
a Postdam y allí empiezan las intrigas con el tirano. La malicia de
Federico II es mucho mayor que la de Voltaire y acaban muy mal. El francés vuelve a publicar un folleto criticando a una persona importante de Prusia,
Federico II se enfada. Empiezan los malos rollos, y en cuanto puede Voltaire
se va. Decepcionado por el carácter y la malicia del monarca que no
era como él pensaba.
La leyenda dice que Voltaire era un espía en la corte del rey de Prusia y por eso no le importó tenerse que ir de aquel modo. Está muy extendida la teoría de que era un espía en las cortes europeas, porque también estuvo en la rusa. Y tanto al rey de Rusia como al de Prusia, no se cansó de aconsejarles que invadieran Polonia, como si le fuese la vida en ello. No está muy claro por qué estaba tan empeñado en esa cuestión, que no le deja en ningún buen lugar.
- Catalina II: tras el desengaño con Federico II, parece que encontró la luz del progreso con una mujer monarca. Ella era emperatriz porque había muerto su marido Pedro III. Veía en ella una mujer vivaz, inteligente, audaz y admiraba su reino, porque creía que se había desarrollado de la nada. Vio con muy buenos ojos que intentase europeizar y afrancesar su reino, y poco le importó la penosa situación que vivían los campesinos rusos, o las condenas a muerte y persecuciones a los que no pensaban como ellos.
Voltaire siempre ignoró lo que quiso y lo que no lo denunció. Supongo que creía que no se podía tener todo, pero si criticó tanto a la Iglesia por intransigente, no tiene sentido que no viese el error en estos señores desde un principio. Son lobos con piel de cordero.
Con el paso del tiempo, la cuestión de los monarcas dejó de importarle y empezó a mirar hacia otros horizontes.
Voltaire era hijo de un vendedor de paños, que había ido ascendiendo y terminó siendo notario, y nieto de un campesino. Es decir, tenía unos orígenes de lo más humilde (por mucho que otros se empeñen en decir que era noble, ya le hubiese gustado). Pero a pesar de ello, el papel que les tenía asignados a los
campesinos (como su abuelo), era bastante limitado. Para él, el estado
llano sólo servía para labrar la tierra. Debían dedicar
su vida a trabajar y producir (para que otros pudieran pensar y escribir).
¿Por qué pensaba así?, lo cierto es que en su filosofía
de la historia nos deja entrever que la masa se suele confundir y se deja
llevar por los fanatismos, así si esa masa fácil de convencer
tomase las riendas de un país (antidemócrata), podría
ocurrir lo más terrible.
Lo reprochable es que los llega a tratar con desprecio, llamándolos
'la canalla'. Esto por un lado, pero bajo otro punto de vista, observamos
que con quien mejor se entiende Voltaire es con la canalla, con las gentes
humildes y pintorescas. Es más, en su Ensayo sobre las costumbres, cuando
habla de los gitanos los trata con cierto respeto, hace gracias sobre ellos,
no los ve como despreciables sino como curiosos. Por eso es tan chocante
que en otras partes de sus obras trate a esas gentes con tan poco respeto.
Más aún cuando sus orígenes son campesinos.
Si se hubiese cumplido lo que él proclama habría sido un campesino
más, dedicado a labrar la tierra y nunca habría conocido la
vida ajetreada de los palacios. Quizás por defender cuestiones como
ésta es por lo que nunca quiso desvelar nada de su vida personal, ni de su
pasado.
Ahora bien, ¿qué pensaba de la nobleza?. En un primer momento, se moría por obtener la gracia de la nobleza, por rodearse de las mejores familias de Francia. Y parecía haberlo conseguido. Él se sentía como pez en el agua rodeado de duques y marqueses, y creía que ellos a él lo tenían por igual, parece mentira para alguien tan perspicaz que se le escapase este detalle. Pero pronto se dio cuenta de cuál era su situación; un día tuvo un altercado con un hombre de apellido importante, un Rohan.
En el teatro, en una ocasión el duque de Rohan le dijo a Voltaire:
- Pero bueno ¿vd. cómo se llama , Arouet o Voltaire?
Y Voltaire, que no se queda mudo ante nada, le soltó:
- Soy el primero de mi nombre, lo cual es mejor que ser el último del suyo y arrastrarlo por el lodo, como hace usted.
Pues sí, se había ganado un enemigo. El duque de Rohan se la
guardó y un día que Voltaire estaba cenando en casa de otro
duque, le avisaron de que había alguien que le esperaba en la puerta
del palacio. Voltaire, confiado, bajó como si nada y se encontró
con varios matones que le propinaron una paliza, enfrente de él había
un carruaje y dentro estaba el caballero de Rohan, dando instrucciones a los
matones, para que no le dieran en la cabeza : “no vaya a ser que salga
algo bueno de ella”.
Tras la paliza, Voltaire indignado sube al palacio otra vez, para contarles
al resto de los comensales qué injusticia habían cometido con
él. Y la respuesta del anfitrión fue:
– Pero usted quién es, usted es señor un don nadie que ha sido apaleado por un Rohan. Para eso están los don nadie. ¿ Qué se cree usted?
Ahí aprendió una buena lección, nunca podría llegar a ser uno de ellos, por más que le gustase; mientras siguiese el sistema imperante él sería un don nadie.
Una vez que se da cuenta de lo que hay, empieza a luchar por los derechos de la burguesía; es por esta razón por la que alaba a Luis XIV (es el monarca de la burguesía, les permite ascender y desarrollarse). Y esta cuestión será contagiada a toda sociedad burguesa y constituirá una de las razones del surgimiento de la Revolución francesa.
¿Quería o no quería fama?, ¿le gustaba o no?,
¿la buscaba?. Estas son preguntas que todos sus biógrafos han
intentado contestar. Pero como es tan ambiguo, es muy difícil precisarlo.
Parece que sí, le gustaba la fama y la buscaba, pero su castigo fue
que no la encontró donde a él le hubiese gustado.
Él se tenía
por poeta y por dramaturgo, pero parece que en esas cuestiones no estaba
su punto fuerte, aunque realmente hay críticas diversas a este respecto.
Remontémonos a su niñez; según parece Voltaire, en el
colegio, destacaba por su facilidad para componer versos de gran calidad.
Suponemos que de tanto oírlo se creyó un buen poeta, pero según
afirma René Pomeau, sus versos estaban faltos de espontaneidad, sentimiento
y frescura. Parece que su composición, temática y recursos literarios
serían impecables, pero no contagiaban el sentimiento. Sus versos estaban
encorsetados, repensados, y eso se transmitía en su lectura. A pesar
de ello, en la época era conocido por su verso (y su teatro)
¿Cómo era su teatro?, era en verso, por tanto si como poeta
era mediocre, los versos de su teatro eran, según René Pomeau, flojos. Y su trama, muy complicada, con un montón de personajes,
anodinos, que no dicen nada y otros realmente bien construidos. No parece
un gran dramaturgo, pero en la época era famoso por su grata poesía
y sus buenas (algunas) representaciones teatrales. Estas cuestiones fueron
las que le dieron gran fama, en la época.
Cuando no obtenía la gracia del público, por éstas, que eran
para él sus verdaderas obras, caía en depresión, se
afligía mucho por que no fueran debidamente comprendidas ni apreciadas.
Como podemos ver, era de todo menos modesto. Veía en sí mismo
grandes cualidades para la poesía y el teatro y buscó por todos
los medios el favor del público en este sentido. O al menos eso parece,
porque una vez adquirida la fama y teniendo dinero, dejó la vida pública
y se retiró a su finca de “Las Delicias” en Ginebra y allí
invitaba a sus amigos (grandes recepciones), para que vieran sus representaciones
teatrales, pero sin buscar mayor gloria de la que ya tenía. Por eso
resulta curioso todo este tema de la fama, porque cuando más tenía,
decidió retirarse de todo y de todos y dejar que se olvidasen de él.
Y cuando volvió a la escena pública, no lo hizo con poemas
sino con los “affaire”, como el caso Calas, sin búsqueda
de gloria, sino por luchar contra injusticias, o quizás no, quizás
ahí vio la mayor de las canchas para conseguir fama. ¿Quién
sabe?
Lo que sí
sabemos es que lo que mayor gloria le ha dado y lo que le ha hecho pasar a
la posteridad como uno de los grandes de la historia del pensamiento, fueron
sus panfletos subversivos. Su manera de criticar, de no callarse, de decir,
de no decir, su ironía para criticar.
Si Voltaire levantara la cabeza, su orgullo le impediría admitir que
esos panfletos subversivos son suyos. Toda su vida lo negó. Incluso
llegó a negar que el Diccionario filosófico fuera obra suya
, ¿por qué lo haría?. Me hago esta pregunta porque dedicó
más de 10 años de su vida a escribirlo y revisarlo. Parece que
si te tomas tantas molestias por algo que estás haciendo, una vez que
lo acabas, ¿cómo puedes no firmarlo?, eso para empezar, y para
seguir, una vez que se ve claro que es tu estilo de expresarte, ¿cómo
lo puedes seguir negando?. Veamos un fragmento de una carta de Voltaire a
Madame d'Epinay, a propósito del Diccionario filosófico a fecha 25 de septiembre de 1794:
“Uno de vuestros hermanos, me escribió una hermosa carta en la que solicita tener algunos ejemplares de un diabólico libro del que me avergonzaría mucho tener la menor parte. Mi propia conciencia se alarmaría de contribuir a la venta de esas obras de Satán...” ( Carta a la princesa d'Epinay)
Parece que sus
obras filosóficas eran para él de menor importancia.
Estuvo toda su vida reprimiendo al filósofo que llevaba dentro e intentando
sacar, por otro lado, al poeta que no era.
Si hubiese querido más fama la hubiese conseguido con sus panfletos (los cuales firmaba con pseudónimos, como si le pareciese poco el de Voltaire), pero nunca quiso admitir que los había escrito. Quizás por miedo a que lo apresaran una vez más, y esto no es descabellado, ya que según contó su criado, padecía ataques de ansiedad por la noche, pensando en que venían a por él para meterlo otra vez en la Bastilla. O quizás miedo a que lo quemasen en la hoguera. O simplemente para crear más confusión entorno a sí mismo y que nadie pudiera echarle en cara haber escrito esto o lo otro.
Si ya son confusas todas las cuestiones que hemos tratado hasta ahora, su relación con la Iglesia y la Religión es la más ambigua de todas. Es un tema sumamente complicado en Voltaire, aquí sí que parece que no sabe ni él lo que cree.
Como vimos, ya en su colegio llamaba la atención por sus comentarios en contra de la Iglesia; comprobamos cómo su profesor vaticinaba que su alumno llegaría a ser alguien grande con relación a su aversión a la Iglesia. Y así fue, años más tarde se convirtió el estandarte del deísmo en Francia y es de lo poco que admite sin llevarnos a confusión.
¿Cree en Dios?, sí cree en Dios, llega a afirmarlo, pero no en el Dios de la iglesia católica, sino en el de Newton. Cree que Dios es el creador del cosmos, el relojero, pero nada más sabemos de él. Para Voltaire, Dios está en la conciencia de cada uno. Para ver cómo considera a Dios lo mejor es ver un fragmento del Tratado sobre la tolerancia, en concreto, su plegaria a Dios:
“Ya no es, pues, a los hombres a los que me dirijo; es a ti, dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos: Si está permitido a débiles criaturas perdidas en la inmensidad, imperceptibles para el resto del universo, osar pedirte algo, a ti que has dado todo, a ti cuyos decretos son tan inmutables como eternos, dígnate a mirar en tu piedad los errores unidos a nuestra naturaleza; que esos errores no provoquen nuestras calamidades (...) ¡Ojalá todos los hombres recuerden que son hermanos ¡que sientan horror por la tiranía ejercida sobre las alma, como detestan el bandolerismo que roba por la fuerza el fruto del trabajo! (...) y podamos bendecir en mil lenguas (...) tu bondad que nos ha dado este instante.” [Tratado sobre la tolerancia, capítulo XXIII]
Aquí podemos
ver qué clase de dios defiende. Es lo que posteriormente se ha llamado
el Dios de los filósofos, y representa la antesala del ateísmo.
Pero de ahí a ser estrictamente ateo hay un paso bastante importante.
Nunca fue ateo; si hubiese sido así, no habría escrito una plegaria
a Dios, ni habría compartido las tesis de Newton acerca del relojero.
Lo que sí es cierto, es que en la historia existe esta visión ateísta
de Voltaire, pero cae por su propio peso.
Más complicada
aún es su relación con la Iglesia. Desde joven vio claro que
la Iglesia representaba una institución retrógrada e intransigente,
cuestiones éstas que no iban para nada con la personalidad de Voltaire. Con
los años su cruzada contra la Iglesia, a la que llegó a odiar,
se hizo más potente, hasta el límite que ya con sesenta años,
se convierte en el emblema de la lucha contra la intolerancia de la Iglesia,
va a por ella y va a intentar derrotarla. En muchos casos lo consiguió.
¿Por qué esa lucha?, porque no puede soportar los métodos
de castigo de la Iglesia y su apéndice: La Inquisición. Para
él los métodos de ese plan de la Iglesia, son repugnantes y se
dedica a impugnarlos y a levantar la voz contra ellos.
Lo más curioso de este tema es que hasta la última etapa de
su vida no se empieza a interesar por la lucha abierta contra estas injusticias.
Durante su vida anterior, se había dedicado a criticar a la Iglesia,
pero de una manera un poco más light.
Ahora bien, dice la leyenda, que cuando Voltaire estaba en el lecho de muerte, pidió un cura para confesarse y convertirse. Puede ser que ocurriese así y que al final de su vida pretendiese volver al redil. Es más que verosímil, porque en tal caso su vida sería una ironía y si en algo era él la máxima autoridad, es en el manejo de ese recurso literario.
-“Desgraciado, serás el estandarte del deísmo en Francia”
Parece que si no le dijo eso, le diría algo muy parecido.
Una vez acabado
el colegio, y estando en edad y con aptitudes para el estudio, su padre le
propone ingresar en la Facultad de Derecho de la Haya y, no se sabe muy bien
si porque no quería seguir estudiando o por no seguir los dictámenes
de su padre, se niega a ir a la universidad. Así, finalizan sus estudios
académicos, porque en solitario y de manera autodidacta, no deja de
cultivarse nunca. Es más, toda su vida se rodeó de la élite
de la cultura Europea, ya fueran franceses (Le Farre, Rousseau...), ingleses
(Hume, Swift...) o personalidades como Federico II de Prusia, Catalina La
Grande... Si te sientes a gusto charlando con amigos o enemigos así,
poco importa que no hayas ido a la universidad.
Prefirió empezar a vivir la vida a la volteriana y dejarse de ataduras
académicas, que poco podían hacer, ya , por él.
¿Y de su fecha de nacimiento? ¿Qué sabemos de ella?. Esta cuestión resulta curiosa, si vas a su partida de fe de bautismo en la iglesia Sant-Andre-des-Arcs, aparece como bautizado el 22 de Noviembre de 1664 (y así lo verifican A.J. Ayer y René Pompeu). La tradición de la época era la de dar bautismo un día o dos después del nacimiento del niño. Así, habría nacido el 21 o como mucho el 20 de noviembre. Ahora bien, Voltaire, en su línea de crear confusión, solía decir que había nacido el 20 de febrero de 1694, en la casa de campo de los Arouet en Châtenay. Lo extraño es por qué el 20 de febrero, ¿qué tiene ese día que no tenga el 20 de noviembre o el 20 de junio?. Seguramente no tenga explicación y diría ese mes como podría haber dicho otro, su única pretensión siempre, fue despistar a los curiosos, de su vida personal.
No era nada agraciado
físicamente, no se cansan de decirlo todos los que dan testimonio
de él. Pero nunca le importó o ¿quizás sí?
Es muy bueno el retrato que de él hace Theodore Bestermann, lo describe
recién salido, Voltaire, de su prisión en la Bastilla y nos
lo pinta así:
Los ojos son de un castaño brillante; la nariz, larga y levemente bulbosa; la boca, ancha, sensual, sonriente; la cara, delgada, mostrando ya las marcas de su humor y, quizá, de su mala salud; todo ello coronado por una frente muy alta y enmarcada por una gran peluca desusadamente larga, suelta, descolorida; un chaleco de ante rojo aparece desabotonado con elegancia por arriba y por abajo para enseñar la linda camisa con chorreras de encaje; la chaqueta es de terciopelo esmeralda oscuro, con anchos botones dorados (Theodore Besterman, Voltaire, pág. 81)
O la visión que de él tiene Edward Young, que nos da una idea de su apariencia:
Eres tan ingenioso,
libertino y delgado
Que pareces Satanás, la Muerte y el Pecado
Siguiendo estos dos retratos, nos podemos hacer una idea de cómo era el personaje en cuestión, ¿no?; pero ese aspecto tan peculiar no le impidió crearse fama de mujeriego.
Conoció
a las mujeres desde muy joven, ya que su padrino el abad de Cahteauneuf le
introdujo en el ambiente libertino de París siendo Voltaire un chavalín
(es más, aún no existía Voltaire en aquella época).
Todo comenzó cuando a los 12 años su padrino le presenta a
la cortesana Ninon de L'Enclos. Tras esto el abad lo inscribió
en la Sociedad del Templo, grupo de libertinos de París, y entre ellos
se ganó la fama de dandi. Esto contrasta con las opiniones que sobre
él vierten algunas de sus amantes, que no le dejan en muy buen lugar,
como es el caso de la joven actriz Suzanne de Livry, que afirmaba que Voltaire
era un amante gélido.
No fue esta su única mujer, ni mucho menos; se conoce a otra chica
antes que esta, que sí le importaría de verdad a este hombre, se llamaba Pimpette (era un apodo), que le habría hecho perder el
sentido e incluso hacerle pensar en boda, pero no pudo ser porque la madre
de la chica no se fiaba de las intenciones del joven Arouet (cosa que no
se le puede reprochar)
Hasta su madurez,
no se le conocen más mujeres relevantes, seguramente porque en los
ambientes en los que se movía lo que le ofrecían las chicas
eran placeres momentáneos. Así, transcurre su vida, de flor
en flor, hasta que conoce a Madame de Châtelet con la que entabla una
amistad que durará hasta que ella muera. Una amistad muy especial (con
derecho a roce), a pesar de que ella está casada con el Marqués
de Châtelet (amigo de Voltaire)... Parece que a todos los componentes
del triángulo amoroso, les da igual todo. Voltaire aparte de su relación
con la marquesa, mantiene otros idilios y ella hace lo mismo. Vamos, que los
celos y las envidias estaban más que superados por toda esta gente.
Lo curioso de este idilio es que los biógrafos de Voltaire, aseguran
que él nunca estuvo enamorado de la marquesa. La quería como
se quiere a un amigo de verdad al cabo de los 20 años de amistad, pero
no como algo más. Cuanto menos, resulta curioso, como todo en él.
Antes de que muriera
Madame de Châtelet, Voltaire, comenzó otra relación de
“amistad” con otra mujer, en este caso se trataba de su sobrina,
Madame Denis. Nunca ha estado claro si Voltaire estuvo con ella. Hay dos
vías de opinión a este respecto, pero finalmente todo parece
apuntar a que sí mantenían relaciones.
No se sabe muy bien por qué estaba con ella, cuando al parecer era
más que evidente que le acompañaba para aprovecharse del dinero
y el status de su tío. Y de paso como se consideraba actriz, conseguir
papeles en sus obras de teatro. Y claro, Voltaire, todos esos favores se los
cobró con creces. Se supone que no quería quedarse solo y si
alguien le tenía que chupar la sangre, prefería que fuese su
sobrina y no cualquier extraño.
Aún así, se cree que tampoco a ella la amó. Para entender
este episodio de la vida de Voltaire (el de Madame Denis), lo mejor es leerse
el Cándido. En esta obra, dicen los expertos, Voltaire se personifica
más que nunca. Él es Cándido y su amada Cunegunda, que
se vuelve tosca y fea con el paso de los años, sería Madame
Denis. Según esto, Voltaire sí habría estado enamorado
de Madame Denis, como Cándido de Cunegunda, pero con el tiempo ese
amor se convirtió en pena, por no dejarla sola, tan fea y tan desaborida.
Bueno, este es el viaje por el terreno amoroso de Voltaire, con las opiniones de amantes, expertos, artistas... Sigamos con otros temas.
Esta es quizás
la más bonita de todas. Esta última etapa le coge con más
de sesenta años, y le dura hasta que pierde toda la fuerza y se muere
el 30 de mayo de 1778.
Aquí vemos aparentemente, porque nunca se sabe, a un hombre concienciado,
harto de los abusos de la iglesia. Pero a la vez vemos un hombre activo, que
no se para ante nada, tenaz, comprensivo... Para entender esta etapa, lo mejor
es explicar el hecho que la desata: El caso Calas (con el que empieza el Tratado
sobre la tolerancia):
Estaba Voltaire
tan tranquilo en su finca de Ferney, cuando llega un hombre que venía
de Marsella y se pone a hablar con Voltaire y le cuenta un suceso que está
en boca de todos. Por lo visto un hombre fue acusado de matar a su hijo, que
había aparecido ahorcado, porque este último quería convertir
a sus padres al catolicismo y por eso, el padre, que según todo el mundo
adoraba a su hijo, a pesar de que escogiese otro camino para amar a Dios,
lo había cogido (el chico tenía 20 años y le sacaba más
de una cabeza a su padre) y lo había ahorcado. El tema cae en manos
de la Inquisición y 6 magistrados ante las pruebas dadas, deciden que
es culpable de matar a su hijo y le hacen todo tipo de barbaridades, que es
mejor no reproducir: primero, para sacarle la información y segundo
para castigarle por el hecho. No contentos con eso, le quitaron todo el dinero
que tenían a la familia y los dejaron en la miseria (las hijas en
conventos) expuestos a la caridad.
Voltaire escucha esta historia y se queda petrificado. Pasan unos días
y el tema del padre condenado está en boca de todo el mundo y Voltaire
no para de oírlo en todas las esquinas con lo que la historia empieza
a coger fuerza y decide ponerse manos a la obra. Empieza a escribir a todas
las personalidades de Europa, para que todos sepan de esa gran injusticia
cometida por la Inquisición. Aparte de eso, recoge a los familiares
desamparados y los acoge en su casa.
Empieza a recibir respuestas a sus cartas y casi todas le animan a olvidarse
del tema porque nadie va a dar un paso atrás. Aún así
no desespera y mueve Roma con Santiago, hasta que al final decide hablar con
su amiga Madame de Pompadour (amante del rey, para que interceda). No se
sabe bien que fue lo que surtió más efecto de todo lo que hizo,
pero lo cierto es que consiguió: una pensión para la familia,
que se le declarara inocente y lavar su nombre.
Nadie se lo podía
creer, parecía imposible que el rey de Francia se dejase en evidencia
a sí mismo, derogando un dictamen que él mismo había
firmado. Fue un hecho insólito
Y parece que Voltaire le cogió el gustillo al tema y se pasó
el resto de su vida tratando temas como éste, unas veces acertó otras
no... pero lo hizo como lo sintió
Ahora cabe otra lectura a todo esto. Puede que en su última etapa estuviese ávido de fama, como plantean de forma hipotética Rene Pompeu o A.J. Ayer y realizase todas esas hazañas para buscarse el favor del público. Quizás se dio cuenta de que eso le daba más fama que ninguna otra cosa que hubiese hecho antes. ¿Quién lo sabe?, miremos el lado bueno, consiguió lavar la honra de mucha gente. Y es tanta la memoria histórica de estos episodios que en la primera manifestación que se hizo en Inglaterra cuando Jomeini lanzó su veneno contra Salman Rhusdie, entre los manifestantes que protestaban y pedían acciones contra el gobierno británico y que exigían una reparación, había un pequeño grupo que se paseaban bajo una pancarta que decía : “Avisad a Voltaire”